Dos semanas de protestas han afectado a sectores de turismo, transporte y producción.
Profundo silencio se sintió en el sector de La Mariscal en las primeras horas del día. Resultó raro, hasta ciertamente incómodo, después de los gritos, silbatos y estruendos (de bombas lacrimógenas, pirotecnia y explosivos) que primaron durante todo el martes 21 de junio. Han pasado diez días del paro nacional convocado por movimientos indígenas y campesinos; y, como producto de los últimos enfrentamientos, el centro norte de la capital está con señas de destrucción.
El escenario era de guerra. Entre las vías, sentados, descansaban los policías que realizaron guardia durante la noche y madrugada, vigilando el centro cultural y parque al que quisieron ingresar los manifestantes por innumerables ocasiones, pero que no lo lograron.
Las pérdidas totales no las maneja todavía el Municipio de Quito, pues cada vez aumentan las zonas afectadas. Sin embargo, informaron que uno de los puntos con mayor destrucción fue el parque El Ejido, en el centro norte de la ciudad. Ayer se registraron árboles quemados y destrucción de lámparas, adoquinado, bancas, letreros informativos, tapas de sumideros, entre otros elementos.
El comandante de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO), William Calle, indicó que el nivel de violencia es más alto que lo normal. Dijo que los manifestantes han tenido una preparación, porque manipulan explosivos y mantienen formaciones para enfrentamientos militares. “Eso no es normal; no se manifestaron de manera pacífica. Nosotros solo hemos respondido, no iniciado ataques”, agregó.
El policía confirmó que integrantes de grupos extremistas formaron parte de los enfrentamientos, pero que también varios representantes de movimientos indígenas han generado niveles de violencia.