Dos semanas de protestas han afectado a sectores de turismo, transporte y producción.
Profundo silencio se sintió en el sector de La Mariscal en las primeras horas del día. Resultó raro, hasta ciertamente incómodo, después de los gritos, silbatos y estruendos (de bombas lacrimógenas, pirotecnia y explosivos) que primaron durante todo el martes 21 de junio. Han pasado diez días del paro nacional convocado por movimientos indígenas y campesinos; y, como producto de los últimos enfrentamientos, el centro norte de la capital está con señas de destrucción.
Las calles del barrio La Mariscal que rodean la Casa de la Cultura Ecuatoriana y el parque El Arbolito tienen piedras, cartuchos de bombas lacrimógenas, marcas de ladrillo, árboles caídos y quemados, alambre de púas, grafitis y estructuras destruidas (veredas, infraestructura metálica y señalética).
El escenario era de guerra. Entre las vías, sentados, descansaban los policías que realizaron guardia durante la noche y madrugada, vigilando el centro cultural y parque al que quisieron ingresar los manifestantes por innumerables ocasiones, pero que no lo lograron.
Las pérdidas totales no las maneja todavía el Municipio de Quito, pues cada vez aumentan las zonas afectadas. Sin embargo, informaron que uno de los puntos con mayor destrucción fue el parque El Ejido, en el centro norte de la ciudad. Ayer se registraron árboles quemados y destrucción de lámparas, adoquinado, bancas, letreros informativos, tapas de sumideros, entre otros elementos.