No es un acuerdo diplomático, pues rompieron relaciones en 1951, pero es extremamente importante para normalizar la situación de los católicos en el país del dragón.
Pekín expulsó al nuncio en 1951 y empezó a nombrar obispos por su cuenta, hasta el año 2018.
El pasado mes de septiembre, en el vuelo hacia Kazajistán, el Papa aseguró que «siempre está disponible para viajar a Pekín». Lo dijo también porque en Nur Sultán iba a coincidir unas horas con Xi Jinping y el Vaticano había mostrado su «disponibilidad» para celebrar un encuentro. El Pontífice soñaba con renovar allí el acuerdo secreto que fija un mecanismo para nombrar obispos católicos en el gigante asiático. Y aunque al final el presidente chino evitó verse con el Papa, uno de los portavoces del ministerio de exteriores chino aseguró que Pekín apreciaba «el gesto de buena voluntad» de Francisco.
«Aquí en el Vaticano hay una comisión de diálogo con China que va bien», confió conciliador el Papa en la rueda de prensa durante el vuelo de regreso. «El diálogo es lento, pero siempre permite avanzar», añadió.
En aquellas horas, el arzobispo Claudio Maria Celli, jefe de los negociadores vaticanos, había regresado de un viaje a China en el que se había acordado renovar el acuerdo hasta octubre de 2024, tal y como este sábado ha anunciado la oficina de prensa vaticana. La firma se realizó en Tianjin, y el representante del Papa pudo saludar al obispo de la comunidad católica clandestina, Melchor Shi Hongzhen, de 92 años.
Se trata del acuerdo provisional que después de décadas de negociaciones entró en vigor hace cuatro años, el 22 de octubre de 2018. No es un acuerdo diplomático, pues rompieron relaciones en 1951, pero es extremamente importante para normalizar la situación de los católicos en el país del dragón.
El Vaticano no tiene un embajador en Pekín desde que el 4 de septiembre de 1951, cuando Mao expulsó al entonces nuncio del Papa, Antonio Riberi, tras meses de hostigamiento. Ya antes le obligaron a abandonar Pekín. Luego, le acusaron de «espionaje e incitamiento a la revuelta y a la desobediencia contra el gobierno popular chino», y le confinaron en su casa en Nankín. Además del nuncio, fueron expulsados todos los sacerdotes extranjeros y el Gobierno empezó a imponer nuevos obispos por su cuenta.
Una relación complicada
Pekín siguió nombrando obispos unilateralmente hasta que hace cuatro años China y la Santa Sede firmaron este acuerdo con el que se reconoce que el Papa tiene derecho a intervenir en el proceso.
Los términos del acuerdo y el mecanismo son secretos. Supuestamente, los candidatos son elegidos en asambleas locales y propuestos a la Santa Sede, que tiene la posibilidad de confirmarlos o rechazarlos. Desde que entró en vigor se rumorea que el Vaticano ha rechazado a un candidato, pero han sido nombrados seis nuevos obispos y Pekín ha reconocido a otros seis nombrados por el Papa en el pasado. Los pesimistas dicen que es poco respecto a las al menos 32 diócesis vacantes de las casi 100 que hay en el país, y critican cualquier diálogo con el régimen.
La situación es aún más delicada en estas semanas en las que está siendo procesado en Hong Kong el cardenal Joseph Zen por no haber registrado un fondo que ayudaba a los arrestados en las protestas prodemocráticas, y que está siendo investigado por posible «colisión con fuerzas extranjeras».
El acuerdo no significa que se resuelvan todas las dificultades para los católicos en China. Por ahora, es el Gobierno quien decide la demarcación de las diócesis, no se reconoce a los monjes y monjas, se impiden las relaciones con conferencias episcopales de otros países, y se mantienen obstáculos administrativos como la obligatoriedad de mayoría de edad para ir a misa y vigilancia de iglesias.
